domingo, 26 de septiembre de 2010

Sobre el argumento

La trama de Eduardo III gira alrededor de dos líneas argumentales: el amor y la guerra, crónicas históricas y ficción romántica se combinan para producir efectos dramáticos. Ambas se entrelazan en una cuestión de derecho desde una perspectiva de género.
Eduardo III -por ser hijo de la princesa Isabel, hija de Felipe el Hermoso- hereda la corona de Francia, pero un grupo de rebeldes, no reconoce la línea sucesoria materna y usurpa el trono dando comienzo a la Guerra de los Cien Años. Asimismo, la noticia de que el Rey David de Escocia invade el norte de Inglaterra dispara la segunda línea argumental: la pasión que Eduardo III siente por la Condesa de Salisbury lo ciega de tal forma que pierde de vista la línea que divide lo legal de lo ilegal, el bien del mal, lo justo de lo injusto y es precisamente en situaciones dramáticas que generan el dilema de mantener o quebrar promesas, donde se unifican las dos líneas argumentales.
La pasión del Rey hacia la Condesa demuestra el abuso y el poder patriarcal sobre el cuerpo de la mujer en dicha época, pero a pesar de todo, es la dama quien le recuerda con firmeza y majestuosa altura a Eduardo III los derechos del ciudadano y las obligaciones del gobernante, de tal forma que rechaza los avances sexuales del Rey quien finalmente entra en razón y vuelve a concentrarse en los asuntos con Francia.
La obra va oscilando entre la lealtad y la traición tanto desde el plano político como el plano social. Contrastes de gran manejo del humor y paradojas de dolorosa intensidad abundan a lo largo de la obra.

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